Somos llamados a traer el mismo consuelo que recibimos de Jesús a los que aún no le conocen. ¿A quién consolarás?
Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros.